13 diciembre 2005

Alrededores de Bratislava

¿Me has echado de menos?
Yo a ti tampoco
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Eran las 12 de la noche. Las laderas de los Cárpatos estaban cubiertas por un manto de niebla densa , el frío helaba la sangre y los pocos que se avecinaban a tomar el camino a Hungría no lo hacían sino de día, eran tiempos difíciles, el hambre, los bandidos, nadie se atrevía a pisar más allá del límite de la ciudad después del anochecer. Se hablaba de hombres lobo, de vampiros y mostruos amenazadores que podían rebañar las entrañas de todo aquel que se aventurara en sus dominios nocturnos .

Los gitanos, nómadas por siempre, no creían en esas leyendas, acostumbrados a poner sus campamentos allá donde les placiera o dónde pudieran vender sus quincallas, hacían oídos sordos a todas esas habladurías. No era arrogancia como muchos creían, era sencillamente, necesidad.
Se habían instalado a las afueras de la ciudad donde esperaban no ser molestados. Aticurepak, era la hija del jefe de grupo, el patriarca que dirigía y decidía dónde ir, qué hacer, a quien eliminar y cómo actuar en caso de asalto por parte de los aldeanos no conformes con sus asentamientos y costumbres. Ella era una muchacha dócil y sencilla, muy hermosa, aportaba sus conocimientos de Tarot a la tribu. Los viejos del grupo habían decidido en tres de ocasiones con quien habría de casarse la virgen, pero ella había conseguido eludir las propuestas a costa de fingir una grave enfermedad una vez, de un mal de ojo otra, de un repentino viaje al Norte para asistir a una tía enferma..y así, lo iba consiguiendo pues ningún hombre de los que la rodeaban parecía ajustarse a su deseo más íntimo.

La noche había caído definitivamente y ella salió de su tartana arropada por una capa negra, quería probar suerte en aquel camino angosto y oscuro, tal vez encontrara algo realmente bueno entre la niebla, algo robusto y que la pudiera colmar de placer. Así fue, al poco de adentrarse en el camino, una sombra comenzó a espiarla, ella lo sabía, la sentía cerca y ni un atisbo de miedo cambió su dulce sonrisa despreocupada. La estrategia era siempre la misma, hacerse la inocente, sorprender a su presa con su candidez y dejarse llevar por su instinto una y otra vez. La sombra se hizo más cercana, percibía su hedor de lobo y eso la excitaba, se estremecía pensando en el encuentro, un jadeo entrecortado se desplazaba por la maleza cercana a la linde por donde ella pasaba y sin pestañear seguía caminando y cantando una vieja canción de zíngaros. No podían aguantarlo más, ni ella ni la sombra estaban dispuestos a esperar ni un segundo más. Hubo un momento en que el deseo podría haber provocado un desenlace fatal para Aticurepak, pero se mantuvo serena, esperando. Por fin la sombra salió a su encuentro y se enredaron en una lucha voraz por conseguir cada uno su objetivo. - Así, si mi amor, así, vamos -.
Otra vez, y gracias a ese poder sobrehumano que utilizan las bestias malignas, la virgen ganaba la partida y se alejaba de vuelta al campamento, sonriente, con una huella de su trofeo goteando , roja, por la comisura de sus labios.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Fantastica...una historia deliciosa!

Ali dijo...

Me ha sorprendido, es muy buena historia. Impresionante.