31 diciembre 2005

Para el nuevo año


Léeme atentamente, sólo es un momento. Pon tus oídos en tu corazón, todo sirve y todo construye. Cuando un palacio se derrumba bajo las embestidas del destino, cuando un tornado arrasa un campo en plena germinación; tanto los reyes como los campesinos se imaginan siempre que la Vida ha agotado todo aquello que tenía que decirnos. Pero en realidad la Vida no se agota nunca, sigue obrando como debe hacerlo...rara vez como decidimos, e invariablemente, como es necesario que sea.
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Om Shanti Shanti, Paz y Amor.

21 diciembre 2005

LLega el ángel del invierno


Llega el ángel del invierno a susurrarnos cantos de viento al oído,
y con su ulular en remolino nos inunda el sueño.
Llega el frío y la tierra se encoge
dejando que los duendes salgan a prender sus fuegos.
Buscan los amantes rincones donde besarse.
Asan castañas las brujas en sus guaridas
y cuentan cuentos los abuelos a los chiquillos.
Llega el ángel del invierno a pisar la uva,
deliciosos mostos para que beba mi amor.
Y despacito deja su huella en la nieve
para que aquel conejo blanco encuentre el camino a casa.

No te asustes si oyes afuera el crujir del avellano.
Está estirando sus ramas para la noche mágica
del solsticio de invierno ,
cuando el ángel baja y tomando una de ellas
hace el conjuro del Nuevo Comienzo

Así es y así será

18 diciembre 2005

Un Nagual

Los Cuatro Acuerdos de Don Miguel Ruiz
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Tula (México), Los Atlantes Toltecas


Hace miles de años los Toltecas eran conocidos en todo el sur de México como «mujeres y hombres de conocimiento». Los antropólogos han definido a los toltecas como una nación o una raza, pero de hecho, eran científicos y artistas que formaron una sociedad para estudiar y conservar el conocimiento espiritual y las prácticas de sus antepasados. Formaron una comunidad de maestros (naguales) y estudiantes en Teotihuacán, la ciudad de las pirámides en las afueras de Ciudad de México, conocida como el lugar en el que «el hombre se convierte en Dios». A lo largo de los milenios los naguales se vieron forzados a esconder su sabiduría ancestral y a mantener su existencia en secreto. La conquista europea, unida a un agresivo mal uso del poder personal por parte de algunos aprendices, hizo necesario proteger el conocimiento de aquellos que no estaban preparados para utilizarlo con buen juicio o que hubieran podido usarlo mal intencionadamente para obtener un beneficio personal.


La domesticación y el sueño del planeta.

Kinam

"Kinam son un conjunto de técnicas y ejercicios de origen tolteca.

Es contracción del verbo nawatl Kinamiktia, "aplicar una fuerza para conseguir el equilibrio".


Lo que ves y escuchas ahora mismo no es más que un sueño. En este mismo momento estás soñando. Sueñas con el cerebro despierto. Soñar es la función principal de la mente, y la mente sueña veinticuatro horas al día. Sueña cuando el cerebro está despierto y también cuando está dormido. La diferencia estriba en que, cuando el cerebro está despierto, hay un marco material que nos hace percibir las cosas de una forma lineal. Cuando dormimos no tenemos ese marco, y el sueño tiende a cambiar constantemente. Los seres humanos soñamos todo el tiempo. Antes de que naciésemos, aquellos que nos precedieron crearon un enorme sueño externo que llamaremos el sueño de la sociedad o el sueño del planeta. El sueño del planeta es el sueño colectivo hecho de miles de millones de sueños más pequeños, de sueños personales que, unidos, crean un sueño de una familia, un sueño de una comunidad, un sueño de una ciudad, un sueño de un país, y finalmente, un sueño de toda la humanidad. El sueño del planeta incluye todas las reglas de la sociedad, sus creencias, sus leyes, sus religiones, sus diferentes culturas y maneras de ser, sus gobiernos, sus escuelas, sus acontecimientos sociales y sus celebraciones.Nacemos con la capacidad de aprender a soñar, y los seres humanos que nos preceden nos enseñan a soñar de la forma en que lo hace la sociedad. El sueño externo tiene tantas reglas que, cuando nace un niño, captamos su atención para introducir estas reglas en su mente. El sueño externo utiliza a mamá y papá, la escuela y la religión para enseñarnos a soñar.

Quetzalcoatl

"La Serpiente de Quetzal o Serpiente de Plumas Preciosas"


La atención es la capacidad que tenemos de discernir y centrarnos en aquello que queremos percibir. Percibimos millones de cosas simultáneamente, pero utilizamos nuestra atención para retener en el primer plano de nuestra mente lo que nos interesa. Los adultos que nos rodeaban captaron nuestra atención y, por medio de la repetición, introdujeron información en nuestra mente. Así es como aprendimos todo lo que sabemos. Utilizando nuestra atención aprendimos una realidad completa, un sueño completo. Aprendimos cómo comportarnos en sociedad: qué creer y qué no creer; qué es aceptable y qué no lo es; qué es bueno y qué es malo; qué es bello y qué es feo; qué es correcto y qué es incorrecto. Ya estaba todo allí: todo el conocimiento, todos los conceptos y todas las reglas sobre la manera de comportarse en el mundo.Cuando íbamos al colegio, nos sentábamos en una silla pequeña y prestábamos atención a lo que el maestro nos enseñaba. Cuando íbamos a la iglesia, prestábamos atención a lo que el sacerdote o el pastor nos decía. La misma dinámica funcionaba con mamá y papá, y con nuestros hermanos y hermanas. Todos intentaban captar nuestra atención. También aprendimos a captar la atención de otros seres humanos y desarrollamos una necesidad de atención que siempre acaba siendo muy competitiva. Los niños compiten por la atención de sus padres, sus profesores, sus amigos: «¡Mírame! ¡Mira lo que hago! ¡Eh, que estoy aquí!». La necesidad de atención se vuelve muy fuerte y continúa en la edad adulta.El sueño externo capta nuestra atención y nos enseña qué creer, empezando por la lengua que hablamos. El lenguaje es el código que utilizamos los seres humanos para comprendernos y comunicarnos. Cada letra, cada palabra de cada lengua, es un acuerdo. Llamamos a esto una página de un libro; la palabra página es un acuerdo que comprendemos. Una vez entendemos el código, nuestra atención queda atrapada y la energía se transfiere de una persona a otra. Tú no escogiste tu lengua, ni tu religión ni tus valores morales: ya estaban ahí antes de que nacieras. Nunca tuvimos la oportunidad de elegir qué creer y qué no creer. Nunca escogimos ni el más insignificante de estos acuerdos. Ni siquiera elegimos nuestro propio nombre.De niños no tuvimos la oportunidad de escoger nuestras creencias, pero estuvimos de acuerdo con la información que otros seres humanos nos transmitieron del sueño del planeta. La única forma de almacenar información es por acuerdo. El sueño externo capta nuestra atención, pero sí no estamos de acuerdo, no almacenaremos esa información. Tan pronto como estamos de acuerdo con algo, nos lo creemos, y a eso lo llamamos «fe». Tener fe es creer incondicionalmente. Así es como aprendimos cuando éramos niños. Los niños creen todo lo que dicen los adultos. Estábamos de acuerdo con ellos, y nuestra fe era tan fuerte, que el sistema de creencias que se nos había transmitido controlaba totalmente el sueño de nuestra vida. No escogimos estas creencias, y aunque quizá nos rebelamos contra ellas, no éramos lo bastante fuertes para que nuestra rebelión triunfase. El resultado es que nos rendimos a las creencias mediante nuestro acuerdo. Llamo a este proceso «la domesticación de los seres humanos». A través de esta domesticación aprendemos a vivir y a soñar. En la domesticación humana, la información del sueño externo se transfiere al sueño interno y crea todo nuestro sistema de creencias. En primer lugar, al niño se le enseña el nombre de las cosas: mamá, papá, leche, botella ... Día a día, en casa, en la escuela, en la iglesia y desde la televisión, nos dicen cómo hemos de vivir, qué tipo de comportamiento es aceptable. El sueño externo nos enseña cómo ser seres humanos. Tenemos todo un concepto de lo que es una «mujer» y de lo que es un «hombre». Y también aprendemos a juzgar: Nos juzgamos a nosotros mismos, juzgamos a otras personas, juzgamos a nuestros vecinos ...Domesticamos a los niños de la misma manera en que domesticamos a un perro, un gato o cualquier otro animal. Para enseñar a un perro, lo castigamos y lo recompensamos. Adiestramos a nuestros niños, a quienes tanto queremos, de la misma forma en que adiestramos a cualquier animal doméstico: con un sistema de pre­mios y castigos. Nos decían: «Eres un niño bueno», o: «Eres una niña buena», cuando hacíamos lo que mamá y papá querían que hiciéramos. Cuando no lo hacíamos, éramos «una niña mala» o «un niño malo».Cuando no acatábamos las reglas, nos castigaban; cuando las cumplíamos, nos premiaban. Nos castigaban y nos premiaban muchas veces al día. Pronto empezamos a tener miedo de ser castigados y también de no recibir la recompensa, es decir, la atención de nuestros padres o de otras personas como hermanos, profesores y amigos. Con el tiempo desarrollamos la necesidad de captar la atención de los demás para conseguir nuestra recompensa. Cuando recibíamos el premio nos sentíamos bien, y por ello, continuamos haciendo lo que los demás querían que hiciéramos. Debido a ese miedo a ser castigados y a no recibir la recompensa, empezamos a fingir que éramos lo que no éramos, con el único fin de complacer a los demás, de ser lo bastante buenos para otras personas. Empezamos a actuar para intentar complacer a mamá y a papá, a los profesores y a la iglesia. Fingimos ser lo que no éramos porque nos daba miedo que nos rechazaran. El miedo a ser rechazados se convirtió en el miedo a no ser lo bastante buenos. Al final, acabamos siendo alguien que no éramos. Nos convertimos en una copia de las creencias de mamá, las creencias de papá, las creencias de la sociedad y las creencias de la religión. En el proceso de domesticación, perdimos todas nuestras tendencias naturales. Y cuando fuimos lo bastante mayores para que nuestra mente lo comprendiera, aprendimos a decir que no. El adulto decía: «No hagas esto y no hagas lo otro». Nosotros nos rebelábamos y respondíamos: «¡No!». Nos rebelábamos para defender nuestra libertad. Queríamos ser nosotros mismos, pero éramos muy pequeños y los adultos eran grandes y fuertes. Después de cierto tiempo, empezamos a sentir miedo porque sabíamos que cada vez que hiciéramos algo incorrecto recibiríamos un castigo.La domesticación es tan poderosa que, en un determinado momento de nuestra vida, ya no necesitamos que nadie nos domestique. No necesitamos que mamá o papá, la escuela o la iglesia nos domestiquen. Estamos tan bien entrenados que somos nuestro propio domador. Somos un animal auto domesticado. Ahora nos domesticamos a nosotros mismos según el sistema de creencias que nos transmitieron y utilizando el mismo sistema de castigo y recompensa. Nos castigamos a nosotros mismos cuando no seguirnos las reglas de nuestro sistema de creencias; nos premiamos cuando somos «un niño bueno» o «una niña buena». Desde el momento en que nacemos, la gente nos dice que el mundo es esto y aquello, y de tal y cual manera; naturalmente, no tenemos otra opción más que aceptar que el mundo es de la forma en que la gente nos ha estado diciendo que es.

Chichen Itza.

Pirámide Tolteca

«La arquitectura es también Filosofía. Si no, la construcción se limita a una simple cuestión técnica».

Antiguo constructor egipcio.


Nuestro sistema de creencias es como el Libro de la Ley que gobierna nuestra mente. No es cuestionable; cualquier cosa que esté en ese Libro de la Ley es nuestra verdad. Basamos todos nuestros juicios en él, aun cuando vayan en contra de nuestra propia naturaleza interior. Durante el proceso de domesticación, se pro­gramaron en nuestra mente incluso leyes morales como los Diez Mandamientos. Uno a uno, todos esos acuerdos forman el Libro de la Ley y dirigen nuestro sueño. Hay algo en nuestra mente que lo juzga todo y a todos, incluso el clima, el perro, el gato... Todo. El Juez interior utiliza lo que está en nuestro Libro de la Ley para juzgar todo lo que hacemos y dejamos de hacer, todo lo que pensamos y no pensamos, todo lo que sentimos y no sentimos. Cada vez que hacemos algo que va contra el Libro de la Ley, el juez dice que somos culpables, que necesitamos un castigo, que debemos sentirnos avergonzados. Esto ocurre muchas veces al día, día tras día, durante todos los años de nuestra vida. Hay otra parte en nosotros que recibe los juicios, y a esa parte la llamamos «la Víctima». La Víctima carga con la culpa, el reproche y la vergüenza. Es esa parte nuestra que dice: «¡Pobre de mí! No soy suficientemente bueno, ni inteligente ni atractivo, y no merezco ser amado. ¡Pobre de mí!». El gran Juez lo reconoce y dice: «Sí, no vales lo suficiente». Y todo esto se fundamenta en un sistema de creencias en el que jamás escogimos creer. Y el sistema es tan fuerte que, incluso años después de haber entrado en contacto con nuevos conceptos y de intentar tomar nuestras propias decisiones, nos damos cuenta de que esas creencias todavía controlan nuestra vida. Cualquier cosa que vaya contra el Libro de la Ley hará que sintamos una extraña sensación en el plexo solar, una sensación que se llama miedo. Incumplir las reglas del Libro de la Ley abre nuestras heridas emocionales, y reaccionamos creando veneno emocional. Dado que todo lo que está en el Libro de la Ley tiene que ser verdad, cualquier cosa que ponga en tela de juicio lo que creemos nos hace sentir inseguros. Aunque el Libro de la Ley esté equivocado, hace que nos sintamos seguros. Por este motivo, necesitamos una gran valentía para desafiar nuestras propias creencias; porque, aunque sepamos que no las escogimos, también es cierto que las aceptamos. El acuerdo es tan fuerte, que incluso cuando sabemos que el concepto es erróneo, sentimos la culpa, el reproche y la vergüenza que aparecen cuando actuamos en contra de esas reglas. De la misma forma que el gobierno tiene un Código de Leyes que dirige el sueño de la sociedad, nuestro sistema de creencias es el Libro de la Ley que gobierna nuestro sueño personal. Todas estas leyes existen en nuestra mente, creemos en ellas, y nuestro Juez interior lo basa todo en ellas. El Juez decreta y la Víctima sufre la culpa y el castigo. Pero ¿quién dice que este sueño sea justo? La verdadera justicia consiste en pagar sólo una vez por cada error. Lo que es verdaderamente injusto es pagar varias veces por el mismo error. ¿Cuántas veces pagamos por un mismo error? La respuesta es: miles de veces. El ser humano es el único animal sobre la tierra que paga miles de veces por el mismo error. Los demás animales pagan sólo una vez por cada error. Pero nosotros no. Tenemos una gran memoria. Cometemos una equivocación, nos juzgamos a nosotros mismos, nos declaramos culpables y nos castigamos. Si fuese una cuestión de justicia, con eso bastaría; no necesitamos repetirlo. Pero cada vez que lo recordamos, nos juzgamos de nuevo, volvemos a considerarnos culpables y nos volvemos a castigar, una y otra vez, y otra, y otra más. Si estamos casados, también nuestra mujer o nuestro marido nos recuerda el error, y así volvemos a juzgarnos de nuevo, nos castigamos otra vez y nos volvemos a sentir culpables. ¿Acaso es esto justo? ¿Cuántas veces hacemos que nuestra pareja, nuestros hijos o nuestros padres paguen por el mismo error? Cada vez que recordamos el error, los culpamos de nuevo y les enviamos todo el veneno emocional que sentimos frente a la injusticia, hacemos que vuelvan a pagar por ello. ¿Eso es justicia? El juez de la mente está equivocado porque el sistema de creencias, el Libro de la Ley, es erróneo. Todo el sueño se fundamenta en una ley falsa. El 95 por ciento de las creencias que hemos almacenado en nuestra mente no son más que mentiras, y si sufrimos es porque creemos en todas ellas. En el sueño del planeta, a los seres humanos les resulta normal sufrir, vivir con miedo y crear dramas emocionales. El sueño externo no es un sueño placentero; es un sueño lleno de violencia, de miedo, de guerra, de injusticia. El sueño personal de los seres humanos varía, pero en conjunto es una pesadilla. Si observamos la sociedad humana, comprobamos que es un lugar en el que resulta muy difícil vivir, porque está gobernado por el miedo. En el mundo entero, vemos sufrimiento, cólera, venganza, adicciones, violencia en las calles y una tremenda injusticia. Esto existe en diferentes niveles en los distintos países del mundo, pero el miedo controla el sueño externo. Si comparamos el sueño de la sociedad humana con la descripción del infierno que las distintas religiones de todo el mundo han divulgado, descubrimos que son exactamente iguales. Las religiones dicen que el infierno es un lugar de castigo, de miedo, de dolor y de sufrimiento, un lugar donde el fuego te quema. Cada vez que sentimos emociones como la cólera, los celos, la envidia o el odio, experimentamos un fuego que arde en nuestro interior. Vivimos en el sueño del infierno.Si consideramos que el infierno es un estado de ánimo, entonces nos rodea por todas partes. Tal vez otras personas nos adviertan que si no hacemos lo que ellas dicen que deberíamos hacer, iremos al infierno. Pero ya estamos en el infierno, incluso la gente que nos dice eso. Ningún ser humano puede condenar a otro al infierno, porque ya estamos en él. Es cierto que los demás pueden llevarnos a un infierno todavía más profundo, pero únicamente si nosotros se lo permitimos. Cada ser humano, hombre o mujer, tiene su sueño personal, que, al igual que ocurre con el sueño de la sociedad, a menudo está dirigido por el miedo. Aprendemos a soñar el infierno en nuestra propia vida, en nuestro sueño personal. El mismo miedo se manifiesta de distintas maneras en cada persona, por supuesto, pero todos sentimos cólera, celos, odio, envidia y otras emociones negativas. Nuestro sueño personal también puede convertirse en una pesadilla permanente en la que sufrimos y vivimos en un estado de miedo constante. Sin embargo, no es necesario que nuestro sueño sea una pesadilla. Podemos disfrutar de un sueño agradable. Toda la humanidad busca la verdad, la justicia y la belleza. Estamos inmersos en una búsqueda eterna de la verdad porque sólo creemos en las mentiras que hemos almacenado en nuestra mente. Buscamos la justicia porque en el sistema de creencias que tenemos no existe. Buscamos la belleza porque, por muy bella que sea una persona, no creemos que lo sea. Seguimos buscando y buscando cuando todo está ya en nosotros. No hay ninguna verdad que encontrar. Dondequiera que miremos, todo lo que vemos es la verdad, pero debido a los acuerdos y las creencias que hemos alma­cenado en nuestra mente, no tenemos ojos para verla. No vemos la verdad porque estamos ciegos. Lo que nos ciega son todas esas falsas creencias que tenemos en la mente. Necesitamos sentir que tenemos razón y que los demás están equivocados. Confiamos en lo que creemos, y nuestras creencias nos invitan a sufrir. Es como si viviésemos en medio de una bruma que nos impide ver más allá de nuestras propias narices. Vivimos en una bruma que ni tan siquiera es real. Es un sueño, nuestro sueño personal de la vida: lo que creemos, todos los conceptos que tenemos sobre lo que somos, todos los acuerdos a los que hemos llegado con los demás, con nosotros mismos e incluso con Dios. Cambiar nuestra idea del mundo es la clave del chamanismo. Y parar el diálogo interno es la única forma de lograrlo.

Ceremonias



Toda nuestra mente es una bruma que los toltecas llamaron mitote. Nuestra mente es un sueño en el que miles de personas hablan a la vez y nadie comprende a nadie. Esta es la condición de la mente humana: un gran mitote, y así es imposible ver lo que realmente somos. En la India lo llaman maya, que significa «ilusión». Es nuestro concepto de «Yo soy». Todo lo que creemos sobre nosotros mismos y el mundo, todos los conceptos y programas que tenemos en la mente, todo eso es el mitote. Nos resulta imposible ver quiénes somos verdaderamente; nos resulta imposible ver que no somos libres.Esta es la razón por la cual los seres humanos nos resistimos a la vida. Estar vivos es nuestro mayor miedo. No es la muerte; nuestro mayor miedo es arriesgarnos a vivir: correr el riesgo de estar vivos y de expresar lo que realmente somos. Hemos aprendido a vivir intentando satisfacer las exigencias de otras personas. Hemos aprendido a vivir según los puntos de vista de los demás por miedo a no ser aceptados y de no ser lo suficientemente buenos para otras personas. Durante el proceso de domesticación, nos formamos una imagen mental de la perfección con el fin de tratar de ser lo suficientemente buenos. Creamos una imagen de cómo deberíamos ser para que los demás nos aceptaran. Intentamos complacer especialmente a las personas que nos aman, como papá y mamá, nuestros hermanos y hermanas mayores, los sacerdotes y los profesores. Al tratar de ser lo suficien­temente buenos para ellos, creamos una imagen de perfección, pero no encajamos en ella. Creamos esa imagen, pero no es una imagen real. Bajo ese punto de vista, nunca seremos perfectos. ¡Nunca! Como no somos perfectos, nos rechazamos a nosotros mismos. El grado de rechazo depende de lo efectivos que hayan sido los adultos para romper nuestra integridad. Tras la domesticación, ya no se trata de que seamos lo suficientemente buenos para los demás. No somos lo bastante buenos para nosotros mismos porque no encajamos en nuestra propia imagen de perfección. Nos resulta imposible perdonarnos por no ser lo que desearíamos ser, o mejor dicho, por no ser quien creemos que deberíamos ser. No podemos perdonarnos por no ser perfectos. Sabemos que no somos lo que creemos que deberíamos ser, de modo que nos sentimos falsos, frustrados y deshonestos. Intentamos ocultarnos y fingimos ser lo que no somos. El resultado es un sentimiento de falta de autenticidad y una necesidad de utilizar máscaras sociales para evitar que los demás se den cuenta. Nos da mucho miedo que alguien descubra que no somos lo que pretendemos ser. También juzgamos a los demás según nuestra propia imagen de la perfección, y naturalmente no alcanzan nuestras expectativas. Nos deshonramos a nosotros mismos sólo para complacer a otras personas. Incluso llegamos a dañar nuestro cuerpo para que los demás nos acepten. Vemos a adolescentes que se drogan con el único fin de no ser rechazados por otros adolescentes. No son conscientes de que el problema estriba en que no se aceptan a sí mismos. Se rechazan porque no son lo que pretenden ser. Desean ser de una manera determinada, pero no lo son, y esto hace que se sientan culpables y avergonzados. Los seres humanos nos castigamos a nosotros mismos sin cesar por no ser como creemos que deberíamos ser. Nos maltratamos a nosotros mismos y utilizamos a otras personas para que nos maltraten. Pero nadie nos maltrata más que nosotros mismos; el juez, la Víctima y el sistema de creencias son los que nos llevan a hacerlo. Es cierto que algunas personas dicen que su marido o su mujer, su madre o su padre las maltrataron, pero sabemos que nosotros nos maltratamos todavía más. Nuestra manera de juzgarnos es la peor que existe. Si cometemos un error delante de los demás, intentamos negarlo y taparlo; pero tan pronto como estamos solos, el juez se vuelve tan tenaz y el reproche es tan fuerte, que nos sentimos realmente estúpidos, inútiles o indignos. Nadie, en toda tu vida, te ha maltratado más que tú mismo. El límite del maltrato que tolerarás de otra persona es exactamente el mismo al que te sometes tú. Si alguien llega a maltratarte un poco más, lo más probable es que te alejes de esa persona. Sin embargo, si alguien te maltrata un poco menos de lo que sueles maltratarte tú, seguramente continuarás con esa relación y la tolerarás siempre. Si te castigas de forma exagerada, es posible que incluso llegues a tolerar a alguien que te agrede físicamente, te humilla y te trata como si fueras basura. ¿Por qué? Porque, de acuerdo con tu sistema de creencias, dices: «Me lo merezco. Esta persona me hace un favor al estar conmigo. No soy digno de amor ni de respeto. No soy suficientemente bueno». Necesitamos que los demás nos acepten y nos amen, pero nos resulta imposible aceptarnos y amarnos a nosotros mismos. Cuanta más autoestima tenemos, menos nos maltratamos. El abuso de uno mismo nace del autorrechazo, y éste de la imagen que tenemos de lo que significa ser perfecto y de la imposibilidad de alcanzar ese ideal. Nuestra imagen de perfección es la razón por la cual nos rechazamos; es el motivo por el cual no nos aceptamos a nosotros mismos tal como somos y no aceptamos a los demás tal como son.


El preludo de un nuevo sueño.

Chac Mool

Dios de la LLuvia


Has establecido millares de acuerdos contigo mismo, con otras personas, con el sueño que es tu vida, con Dios, con la sociedad, con tus padres, con tu pareja, con tus hijos; pero los acuerdos más importantes son los que has hecho contigo mismo. En esos acuerdos te has dicho quién eres, qué sientes, qué crees y cómo debes comportarte. El resultado es lo que llamas tu personalidad. En esos acuerdos dices: «Esto es lo que soy. Esto es lo que creo. Soy capaz de hacer ciertas cosas y hay otras que no puedo hacer. Esto es real y lo otro es fantasía; esto es posible y aquello es imposible». Un solo acuerdo no sería un gran problema, pero tenemos muchos acuerdos que nos hacen sufrir, que nos hacen fracasar en la vida. Si quieres vivir con alegría y satisfacción, debes hallar la valentía necesaria para romper esos acuerdos que se basan en el miedo y reclamar tu poder personal. Los acuerdos que surgen del miedo requieren un gran gasto de energía, pero los que surgen del amor nos ayudan a conservar nuestra energía e incluso a aumentarla. Todos nacemos con una determinada cantidad de poder personal que se renueva cada día con el descanso. ''Desgraciadamente, gastamos todo nuestro poder personal primero en crear esos acuerdos, y después en mantenerlos. Los acuerdos a los que hemos llegado consumen nuestro poder personal, y el resultado es que nos sentimos impotentes. Sólo nos queda el poder justo para sobrevivir cada día, porque utilizamos la mayor parte de él en mantener los acuerdos que nos atrapan en el sueño del planeta. ¿Cómo podemos cambiar todo el sueño de nuestra vida cuando ni siquiera tenemos poder para cambiar hasta el acuerdo más insignificante? Si somos capaces de reconocer que nuestra vida está gobernada por nuestros acuerdos y el sueño de nuestra vida no nos gusta, necesitamos cambiar los acuerdos. Cuando finalmente estemos dispuestos a cambiarlos, habrá cuatro acuerdos muy poderosos que nos ayudarán a romper aquellos otros que surgen del miedo y agotan nuestra energía.Cada vez que rompes un acuerdo, todo el poder que utilizaste para crearlo vuelve a ti. Si los adoptas, estos cuatro acuerdos crearán el poder personal necesario para que cambies todo tu antiguo sistema de acuerdos. Necesitas una gran voluntad para adoptar los Cuatro Acuerdos, pero si eres capaz de empezar a vivir con ellos, tu vida se transformará de una manera asombrosa. Verás cómo el drama del infierno desaparece delante de tus mismos ojos. En lugar de vivir en el sueño del infierno, crearás un nuevo sueño: tu sueño personal del cielo.



Don Miguel Ruiz nació en el seno de una familia de sanadores y fue criado en el México rural por una madre curandera y un abuelo nagual. Por ser el menor de trece hermanos fue escogido para seguir transmitiendo las enseñanzas toltecas que su familia conservaba desde hacía siglos. Sin embargo, atraído por la vida moderna, prefirió estudiar medicina y se convirtió en cirujano. Una experiencia cercana a la muerte cambió su vida. Asombrado por esta experiencia, empezó una intensa práctica de indagación personal, estudió intensamente con su madre y completó su aprendizaje con un poderoso chamán en el desierto mexicano. En la tradición de los toltecas, un nagual guía al individuo hacia su libertad personal. Don Miguel Ruiz, un nagual del linaje de los Guerreros del Águila, ha dedicado su vida a compartir la sabiduría de las enseñanzas de los antiguos toltecas.


16 diciembre 2005

Ciber contactos


Fauno en Verde. Guido Boletti



“Le leerás palabras que hace mucho tiempo no sentías como tuyas. Incluso, tal vez, nunca te dijeron. Envolverá tus noches con sueños, ilusiones y esperanzas llegadas a ti a través del monitor donde me lees ahora. Abrirá tus sentidos, te hará ascender, sentirte deseada, querida. Si resultas atrayente, tienes la posibilidad de que confluyan más de dos mails en tu correo. Y serás un trofeo. Vanidosa, te volverás vanidosa. Él es el cibercarroñero.
Admirables y de función encomiable; próxima a una ONG.
¿Te acabas de separar con 42 años? Pon un cibercarroñero en tu vida. ¿Tienes 22 y nadie te ronda? ¡Búscale! Es tu hombre. Posee bonitas palabras. Huecas pero bonitas. Copiará y pegará textos robados. Será gentil, atrevido, posesivo, educado, irónico, galante, confidente, altivo, seguro… Dispone de medios. Se desplazará por ir a llenar tu cama y a cubrir tu cuerpo. Puede poseer una bonita voz y un cuerpo deseable. Y ganas y fe en su trabajo. Muchas ganas. Pero recuerda, son un bien social efímero. Tienen tanto y tanto trabajo. Tanto por hacer. No llores. Sé positiva y recuerda esos momentos en que te hizo feliz. Hay muchas que no han tenido tu suerte. Brindo por ellos. Por su estómago. Por su trabajo”
*
José Martínez

13 diciembre 2005

Alrededores de Bratislava

¿Me has echado de menos?
Yo a ti tampoco
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Eran las 12 de la noche. Las laderas de los Cárpatos estaban cubiertas por un manto de niebla densa , el frío helaba la sangre y los pocos que se avecinaban a tomar el camino a Hungría no lo hacían sino de día, eran tiempos difíciles, el hambre, los bandidos, nadie se atrevía a pisar más allá del límite de la ciudad después del anochecer. Se hablaba de hombres lobo, de vampiros y mostruos amenazadores que podían rebañar las entrañas de todo aquel que se aventurara en sus dominios nocturnos .

Los gitanos, nómadas por siempre, no creían en esas leyendas, acostumbrados a poner sus campamentos allá donde les placiera o dónde pudieran vender sus quincallas, hacían oídos sordos a todas esas habladurías. No era arrogancia como muchos creían, era sencillamente, necesidad.
Se habían instalado a las afueras de la ciudad donde esperaban no ser molestados. Aticurepak, era la hija del jefe de grupo, el patriarca que dirigía y decidía dónde ir, qué hacer, a quien eliminar y cómo actuar en caso de asalto por parte de los aldeanos no conformes con sus asentamientos y costumbres. Ella era una muchacha dócil y sencilla, muy hermosa, aportaba sus conocimientos de Tarot a la tribu. Los viejos del grupo habían decidido en tres de ocasiones con quien habría de casarse la virgen, pero ella había conseguido eludir las propuestas a costa de fingir una grave enfermedad una vez, de un mal de ojo otra, de un repentino viaje al Norte para asistir a una tía enferma..y así, lo iba consiguiendo pues ningún hombre de los que la rodeaban parecía ajustarse a su deseo más íntimo.

La noche había caído definitivamente y ella salió de su tartana arropada por una capa negra, quería probar suerte en aquel camino angosto y oscuro, tal vez encontrara algo realmente bueno entre la niebla, algo robusto y que la pudiera colmar de placer. Así fue, al poco de adentrarse en el camino, una sombra comenzó a espiarla, ella lo sabía, la sentía cerca y ni un atisbo de miedo cambió su dulce sonrisa despreocupada. La estrategia era siempre la misma, hacerse la inocente, sorprender a su presa con su candidez y dejarse llevar por su instinto una y otra vez. La sombra se hizo más cercana, percibía su hedor de lobo y eso la excitaba, se estremecía pensando en el encuentro, un jadeo entrecortado se desplazaba por la maleza cercana a la linde por donde ella pasaba y sin pestañear seguía caminando y cantando una vieja canción de zíngaros. No podían aguantarlo más, ni ella ni la sombra estaban dispuestos a esperar ni un segundo más. Hubo un momento en que el deseo podría haber provocado un desenlace fatal para Aticurepak, pero se mantuvo serena, esperando. Por fin la sombra salió a su encuentro y se enredaron en una lucha voraz por conseguir cada uno su objetivo. - Así, si mi amor, así, vamos -.
Otra vez, y gracias a ese poder sobrehumano que utilizan las bestias malignas, la virgen ganaba la partida y se alejaba de vuelta al campamento, sonriente, con una huella de su trofeo goteando , roja, por la comisura de sus labios.

11 diciembre 2005

Desde Rusia con Amor



La vida en Rusia nunca fue fácil. Ludmila llegó a Madrid desde Moscú hace tan sólo tres meses, después del divorcio con su marido, se trajo a sus dos hijas, Tatiana e Irina, pues los abuelos son demasiado mayores para cuidarlas. Ludmila es fuerte y aguanta las dificultades económicas de la Vida pero extraña a sus amigos, a su familia. La acompañaba Vodjan, alto y fuerte, con nariz contundente y manos robustas. Son, de momento, amigos y pasean cogidos del brazo, se hacen fotos y sonríen cuando me ven tirada en la hierba intentando sacar unas buenas tomas de patos. Y así, para ir soportando esa añoranza se van al parque los domingos, allí grupos de Ucranianos, Moscovitas (también se detectan presencias Chechenas!! ) hacen su particular botellón. La tienda de Vladimir les surte de productos eslavos para conjurar los sabores de su tierra, allí hemos comprado unos tercios de cerveza Ucraniana, deliciosa y afrutada. Les miro y sé que acabarán besándose, lo veo venir , tal vez esta avidez por entender el Universo me habría sido incómoda en el pasado, pero hoy he aprendido a filtrar y ver más allá de las palabras, a mirar con los ojos del corazón, a oir los susurros del alma enjaulada.
Ellos acabarán amándose.


>**------------- Fin de la transmisión ------------**<

10 diciembre 2005

La Vida



Antes de aprender a hablar, nuestra verdadera naturaleza es la de amar, ser felices, explorar y disfrutar la Vida.
Don Miguel Ruiz. Nagual Tolteca

08 diciembre 2005

Resuélveme eso !



- ¿Quién sino Merlín me ayudará a escapar del hechizo de esa odiosa reina que me encadena a su recuerdo aunque se halla al otro extremo del mundo?

Durante una hora entera le habló a Merlín respecto a Aleta, y el mago le escuchó en silencio. Pero finalmente le interrumpió con cierta sequedad:

- ¿Buscas la satisfacción plena?. ¿Deseas dejar de correr aventuras cuándo y dónde te plazca y dedicarte a la vida de familia?

- Pues... no. - respondió el joven - Deseo aventuras, una causa noble que defender, buenos amigos y enemigos espléndidos. Quiero viajar por todas partes y... tener una mujer a quien amar.

- ¡Pobre joven desdichado! - murmuró Merlín - ¿Qué otra cosa sino todo eso has tenido toda tu vida?. En cuanto a la satisfacción plena, es un mito. Dale a un hombre todo lo que te pide, y será infeliz porque no te pidió el doble. Solo una tortuga que dormita sobre una roca soleada conoce la satisfacción y la plenitud. En cuanto a la magia de Aleta, joven idiota, ¿qué mujer no es una hechicera?. ¿De qué otro modo se transforma a los jóvenes aventureros en maridos responsables?. ¡Resuélveme eso!

Asterion para El Zahir

05 diciembre 2005

La campesina





No tendría más de veinte años. Con ese cuerpo insolente de campesina rolliza, que no gruesa, pero sí llena y firme, que sabe tenerlo todo en su sitio y provoca codicia con sus curvas y con la frescura de su piel, tierna y todavía no castigada por años de sol y viento. Llegaba de trabajar en los campos de maíz de Wisconsin, vestida en unos pantalones vaqueros amplios, cuya cintura se meneaba al son de sus caderas, y una camiseta ceñida, que marcaba turgencias, y que, empapada tras unas horas de sudores, mostraba tanto como escondía. La autopista de Milwaukee a Chicago pasaba lejos, a quince millas, pero la finca la atravesaban la vías del ferrocarril, por las que transitaban pocos trenes, pero inmensos. Eileen quería ir a la fiesta de los Buselgrave, pues tenía pendiente un asunto con el pequeño pelirrojo, un mozalbete de diecinueve años que rebosaba vitalidad, y con el que tal vez podría platicar en el granero, para solaz mutuo. Se pondría un vestido sencillo, de campesina de Wisconsin, una bata larga hasta los tobillos, vaporosa, en fino algodón, sin ceñir el talle, con escote bajo y finos tirantes dejando descubiertos los hombros y el naciente del busto... ¿demasiado descocado para tierra de labriegos? Sólo una pizca sexy. Pero antes se refrescaría, para estar no sólo guapa sino fragante. Disfrutaría, además, de su juego favorito. Se acercaban las seis, cuando pasaba el expreso de Milwaukee. En la parte de atrás de la casa había una alberca. Eileen se desprendió de la camiseta, los pantalones y la ropa interior, exhibiendo a la luz del atardecer su insultante piel sudorosa. A lo lejos se oía el silbato del tren. Se zambulló, permaneció sumergida, aguantando la respiración bajo el agua, y emergió como una sirena. Se puso en pie y levantó los brazos saludando. Docenas de viajeros aplastaron sus caras contra las ventanillas, sorprendidos por aquella visión. El expreso tardó cinco minutos en completar su paso por delante de la granja. Eileen rebosaba orgullosa felicidad.

02 diciembre 2005

Las moscas vuelan perplejas






Ella solía descalzarse y bailar en el salón al llegar de trabajar, pero aquella tarde de calor nada podía hacerla sospechar lo que se avecinaba. La muerte estaba acechando y nadie la había mencionado que ése era el momento elegido.

Se quiso acercar a ella pero un golpe de cadera la empujó a la terraza. Allí se repuso y preparó de nuevo su lazo para atraparla, mas ella siguió bailando.

La vi bailando en la oscuridad, bailaba para sí misma.

La vi bailar y oí sus suspiros.

La vi bailando en silencio, bailaba sin música, sin melodía.

Bailaba sobre los ritmos del silencio asesino.

Bailaba sobre la luz de la extrema oscuridad.

Se movía de un sitio a otro.
Sin esposas ni ataduras, sólo existía ella y nada sino ella.
Dejó de moverse en la oscuridad, se sentó en el suelo para recuperar el aliento.
El aliento se agotó en el gran baile, el baile de sí misma.

Y allí la muerte le arrancó el alma, pero ella sonreía.